20/01/2013

UNA EDUCACIÓN PÚBLICA Y DE CALIDAD ES POSIBLE EN EL PERÚ

El tema educativo siempre despierta el interés general. Desde que el gobierno anunció que se redactaría una Ley de Reforma Magisterial el debate ha ido en aumento y nada hace pensar que en los próximos meses este interés disminuya, más aún cuando ya se conoce el texto íntegro de la mencionada LRM, quedando pendiente que, a más tardar, en la última semana de febrero se publique su Reglamento. Este interés, casi siempre, no es sino la manifestación legítima por defender determinadas convicciones y/o determinados intereses. En este contexto se aprecian dos grupos claramente definidos. Por un lado se encuentran los que defienden la LRM, que han iniciado una campaña para convencer a la opinión pública que la ley ha sido hecha para que todos mejoremos; y por el otro lado los que están en contra, que han iniciado una serie de acciones para defender derechos que ellos consideran vulnerados. Los primeros están encabezados por el Ministerio de Educación y por el Congresista y Presidente de la Comisión de Educación, Daniel Mora Zevallos;  y los segundos, por el Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú (SUTEP).

Sin embargo, en medio de este debate legítimo y no por ello rico en ideas, un diario de la captal inició el año 2013 planteando que el Ministerio de Educación "debe ser capaz de procurar una alianza poderosa con el sector privado y con la sociedad civil para identificar todas las áreas posibles de colaboración y de gestión conjunta. Esto va desde el diseño y ejecución de los programas de capacitación y mejoras curriculares, que ahora el ministerio no puede avanzar, tercerizándolos, hasta la gestión de los colegios públicos por entidades privadas...". 

Es verdad que el Estado peruano necesita realizar una alianza poderosa con el sector privado y la sociedad civil, pero no para buscar áreas posibles de colaboración (léase hacer negocios, lucrar con la educación), sino para lograr un amplio consenso y resolver las interrogantes: ¿qué hay que enseñar?, ¿cómo enseñar?, ¿quién debe enseñar? y ¿dónde enseñar? El día que los peruanos seámos capaces de responder con el más amplio consenso posible estas interrogantes, sin soslayar el marco internacional o la agenda educativa global, habremos iniciado el camino de lo que se conoce como educación de calidad. 

La mejor contribución que puede hacer el sector privado para que el Perú tenga una educación de calidad es pagar los impuestos que tiene que pagar. ¿Cómo exigir a un Estado que sea eficaz y eficiente si no cuenta con los suficientes recursos para hacerlo? Basta recordar que en Finlandia, cuyo sistema educativo es considerado como uno de los mejores del mundo, los ingresos tributarios totales como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) en 2011 fue de 43,4%, mientras que en Perú ese mismo año fue de 15,5%. Es decir, los finlandeses de cada 100 € que ganan, destinan 43 € a pagar sus impuestos. Los peruanos de cada S/ 100 que ganamos, destinamos S/ 15,5 a pagar impuestos. En otras palabras, los finlandeses pagan más impuestos a cambio de recibir servicios públicos de calidad. Los peruanos preferimos pagar menos impuestos a cambio de recibir estos mismos servicios, como la educación, pero de calidad inferior. El último informe PISA es una muestra de ello.

Este nivel de ingresos le permite a Finlandia destinar más del 6% del PIB al gasto público en educación y tener una educación básica completamente gratuita y pública, incluyendo atención social, atención sanitaria, comedor escolar, transporte y materiales educativos. Asimismo, no es casualidad que los países nórdicos tengan el Índice de Desarrollo Humano (IDH) más alto del mundo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Mientras esto ocurre en Finlandia (educación pública, gratuita y de calidad), y en gran parte de los países con una educación mejor que la peruana, en Perú existen quienes aún siguen creyendo en la privatización de la gestión de las escuelas públicas como solución para mejorar la calidad de la educación. La evidencia empirica mundial ha demostrado que sí es posible una educación pública, gratuita y de calidad.

Para ello también necesitamos  padres de familia más comprometidos con la educación de sus hijos; escuelas modernas que se centren en su misión; aulas con pizarras digitales e interactivas y mesas multitáctiles; laboratorios digitales de idiomas; bibliotecas con libros de texto, temáticos y de lectura, en papel y digitales, de calidad; alumnos bien alimentados, muy motivados, con ganas de aprender y de aprender a aprender; directores que sepan gestionar su escuela, dotados de autonomía a cambio de ser evaluados por resultados; un gremio de profesores moderno que represente realmente los intereses de sus asociados; un Ministerio de Educación que sepa liderar y gestionar este proceso; y, profesores altamente capacitados, que amen su profesión y muy bien remunerados desde el primer día. Una educación pública y de calidad es posible en el Perú.








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